Un anillo que no pide permiso para florecer

No necesitas un jardín, ni una primavera eterna, ni ser botánica para llevar la belleza de una amapola en tu mano.

Este anillo está hecho a mano, sí, pero lo importante no es eso. Lo importante es que no es uno más. Es un pedacito de rebelión elegante. Un «aquí estoy» sin levantar la voz.

Puedes elegir si lo quieres con la base dorada o plateada, pero lo que no vas a poder evitar es mirarlo cada dos por tres. Y sonreír un poco. Porque eso hacen las cosas que tienen alma.

Su flor roja no es tímida, no se esconde. Tiene ese centro que hipnotiza (lima y negro, como si fuera un eclipse en miniatura) y te acompaña con más estilo del que tienen muchas personas.

No hace falta que combine con nada. Se basta solo.

Y si alguien te pregunta por él, solo tienes que responder: “Es una amapola. Pero no cualquier amapola. Es la mía.”